Por Eva Arroyo

“Jujuy, energía viva”, en referencia al litio, es la marca que, según el gobierno, “define reputación, prestigio, estigma e identidad del pueblo” y que “visibiliza todo lo que somos” así lo expresó Gerardo Morales, allá por diciembre de 2017, cuándo hizo su lanzamiento de ese “simbolismo” acompañado de un discurso manipulador, que intenta hacer creer al pueblo jujeñx que con su gobierno hicimos un salto casi mágico de la pobreza al primer mundo. El logo-escultura, está en medio de la plaza Belgrano, allí nos congregábamos lxs hijxs cada jornada de protesta.
Un eslogan “careta” para una de las provincias más pobres del país, donde la mugre se esconde bajo la alfombra y la mayoría de los medios de comunicación, sobre todo los de difusión masiva, que junto al gobierno nacional hacen la vista gorda, mientras, debajo de la alfombra crecen las rebeldías.
Es sabido que, el autoritarismo con hambre es un combo muy, pero muy peligroso, la historia de Jujuy es enormemente clara en eso. En estos tiempos sufrimos un gobernador que junto a su su sequito no le interesa la política de consenso, por ende, sin capacidad de resolución de conflictos, que lo único que hace es tirar nafta al fuego. Un gobernador salteño, un cholo sin conciencia de clase que cree que el haber pasado por la universidad le hizo perder tres tonos de color a su piel.
Lxs jujeñxs no necesitamos de foreanexs que nos digan cuando y como luchar, tal como intenta hacer creer al país Morales, que opera desde la lógica del violento, manipulador, perverso y ególatra, que siempre pone la responsabilidad de su violencia por fuera, de esos que dicen que es tu amiga, tu vecina o tu hermana es la que te llena la cabeza, porque vos son incapaz de tener autonomía de pensamiento. Es así como mira Morales al pueblo, somos el ganado de su hacienda que debe arrear y chicotear para que obedezca y camine, porque solxs no podemos elegir hacia donde dirigirnos. Morales subestima la inteligencia del al pueblo.
Nosotrxs, lxs hijxs Jujuy, somos parte de esa historia, somos militantes de DDHH, y además somos parte de pueblo, somos trabajadorxs asalaridxs. Dentro de nuestro organismo de derechos humanos, hay obrerxs de la tiza, del municipio, de educación, de la salud y estudiantxs, todo eso somos, por eso, en nuestra doble condición, participamos de todas las jornadas del “ARRIBA los salarios, ABAJO la reforma”. Somos asalaridxs mal pagos y, al mismo tiempo, militantes de DDHH que tienen muy claro que la reforma es un retroceso en nuestros derechos.
Pero quejarse, o querer hace cumplir una ley en esta provincia es una afrenta al ego de Morales, hijxs es perseguido, hostigado y demonizado, por haber denunciado penalmente al gobierno y funcionarixs provinciales por el incumpliendo de medidas judiciales y las “leyes de memoria”, como es el caso de la “Ley de Sitios de Memoria”. Tal es así que, hace exactamente un año, tuvimos que hacer una presentación ante la justicia, por “Acoso y Hostigamiento” ejercido hacia lxs integrantes de nuestro organismo de DDHH. Por eso sabemos que, la situación que sufrimos el día 20 de junio no fue fortuita.

La marcha y el secuestro
Ese día, cinco compañerxs marchamos encolumnadxs con lxs docentes, recorrimos las calles céntricas de la cuidad ejerciendo nuestro legítimo derecho a la protesta, en medio de una marea de gente que demandaba al gobierno un salario digno y el pleno ejercicio de la ciudadana. Una ciudadanía con participación en la decisión política, políticas que afectan nuestras vidas cotidianas. No queremos una ciudadanía “delegativa” como ellxs, que considera que por el solo hecho de poder poner el voto las urnas nos tenemos que sentir más que satisfechxs, ya que habilitamos a otrxs, que supuestamente nos representa, a decidir en nuestro nombre y nuestros destinos. Esxs otrxs no son tan libre de decidir cómo creen, son nuestra voces las deben ser escuchadas y marcarle el camino a seguir, sépanlo. Así fuimos eseñadxs amorosa y fuertemente.
Es en ese camino es que mis compañerxs y yo tomamos, llegamos a las inmediaciones de la legislatura provincial, con la convicción firme de demandar y exigir que se nos escuche a sabiendas de que lo que sucedía y se debatía dentro de ese recinto a puertas cerradas, era absolutamente ilegal y a espadas del pueblo.
Morales jugo durante días con la fecha, horario y lugar en el que se juraría esa (“in”) constitución, y cerca del mediodía en medio de la jornada, comienza a circular la noticia de que se estaba haciendo la jura, la indignación provocada por el bastardeo, supero la paciencia de la gente desencadenando los hechos de público conocimiento fogoneados por policías de civil.
Cerca de las 11:30, la columna docente comenzó a replegarse, nosotrxs estábamos a dos cuadras de la cámara de diputadxs en el estacionamiento público Otero. Desde la legislatura avanzaba corriendo un tropel de bestias vestidas de azul, más de un centenar, corrían hacia nosotrxs disparando piedrazos hacia lxs manifestantes. Quedamos atascadxs entre los autos y la multitud que trataba de alejarse para protegerse, por lo que decidimos resguardarnos, agachadxs, detrás de una combi a espalda de la lluvia de piedras de la policía. Fue imposible otra salida, éramos 8 mujeres y un varón, entre ellxs estábamos lxs 4 de hijxs.
Llegan las bestias, nos rodean a los gritos, uno dice “esos son de hijos”, le decimos “¡síiii¡, somos de hijxs, somos organismo de derechos humanos”, pensé que nos habían reconocido porque mi cumpa Pipo (Néstor Mendoza) y yo hacemos trabajo territorial de prevención de la violencia institucional, en el barrio de Alto Comedero. Monitoreamos y visitamos las comisarías de la zona, e hicimos el año pasado una presentación judicial por las condiciones infrahumanas a las que son sometidos los detenidos en esas comisarías. Entonces, uno de la orden, “¡levántelos!” y comienzan el amedrentamiento, los insultos, “hijos de puta, hijos de puta, nosotros también tenemos derechos humanos”, y los atropellos. Uno le saca la botella de la mano a una de las chicas (Agustina Gasparovic) que estaba ahí, nos tiran con agua mientras seguían los insultos y luego la botella vuela hacia la cabeza de Ana, mi hija, así se desata la ilegalidad.
Pipo, inmediatamente se tiró boca abajo con las manos en la nuca, tenemos claro, a partir de nuestro trabajo militante, que forcejear con la policía puede significar la pérdida de un ojo, los diente o alguna fractura, sino un golpe que te puede matar. Pero la furia de esxs patanes era tal que le dieron, totalmente indefenso, patadas en la cara, la nuca y los testículos, y sus lentes volaron, entonces. Entonces, yo puse el cuerpo para que no lo golpeen. Mientras, al otro lado una uniformada, forcejeaba con Ana, mi hija, la insulta y estrellaba su cuerpo una y otra vez contra la combi para ponerle las esposas, “hija de puta quédate quieta, mira para adelante, mira para adelante”, le decía, yo cruzaba mi cuerpo entre la represora y mi hija, “¿por qué la vas a esposar?, no la esposes!, quédate tranquila hija, tranquila hija”, me dividía entre Pipo y Ana, no me alcanzaba el cuerpo para evitar que los maltraten y sometan.
Al mismo tiempo, una mujer con una colostomía, Noemí Torres, de 63 años, rodaba por el piso y era golpeada por la policía, y otra docente, Ema Mercado, era arrastrada de los pies porque se había refugiado debajo de la combi, y luego fue esposada, también estaba una no docente, Irma Ramos.
Todxs fuimos conducidxs hacia el hall de la legislatura, en el camino estaba una cumpa periodista, Romina Amaya, que pertenece al esquipo de comunicación de hijxs, la que nos reconoció en el momento, por lo que nos hizo gritar los nombres y la organización a la que pertenecíamos, y dio aviso al resto en el momento. Momentos antes, en la playa de estacionamiento, me había topado con el ayudante del fiscal, al que le dije quiénes éramos, pero nos ignoró. Literalmente, estuvimos secuestradxs en ese recinto, allí había llegado Noemí acompañada, por dos de sus vecinas que la levantaron del piso, porque no podía caminar sola, Claudia Ayarde y Claudia Sarapura, ellas también quedan adentro.
Una vez adentro, comencé a pedir explicaciones una y otra vez por las detenciones, nadie decía nada, solo que estábamos demoradxs, le digo que esa figura no existe. Pido una y otra vez que la que me custodiaba me diera su nombre y el de la o el responsable, ya que no tenía identificación alguna, por supuesto se negó, hago que le saquen las esposas a Ema.
Pasaba el tiempo y no teníamos novedades, cada vez que intentaba sacar el teléfono la mujer policía me tironeaba, los mismo le pasaba a mi hija, nos negábamos a entregárselo, tratando de que entendiera que teníamos derecho a hacer una llamada a nuestra abogada, pero era imposible que razonaran.
Nunca me pudo hacer sentar “la señora policía”, eso la ponía nerviosa, inclusive cuando me quisieron callar, era tan absurda la orden, se imaginan, intentar darme a mí una orden para que no hable, me reí, y seguí diciendo lo que quise. En eso veo pasar Diego Rotela, Secretario de seguridad pública de Jujuy, quien, con anterioridad, en una nota periodística de un diario digital, siendo la voz del pensamiento totalitario de Morales, demonizó a las organizaciones sociales, su lucha y sus dirigentes haciendo referencia despectiva hacia la militancia de los ´60 y ´70, por lo que sacamos un parte de prensa repudiándolo.
Le reclamé a Rotela la detención, a loa que sacado nos gritó, argumentando que lxs que estábamos ahí no hacíamos lxs inocentes, le exijo la llamada, y no le quedó otra que autorizarla, esto después de más de dos horas, y es asi que logré la primera comunicación avisando que habíamos sido apresadxs.
Lo primero que hice fue avisar a mis cumpas que estábamos detendixs, para que lo hagan publico y estalla la noticia, tuvimos la suerte de que Romina nos vio, y la desgracia para Rotela a quien no le quedó otra que autorizar la comunicación, esto porque éramos nosotrxs, el resto de las personas jamás se pudieron comunicar. La oficial que me custodiaba escuchaba mis llamadas y cayó en cuenta que la situación era “particular”.
Con mis ojos posados en mi hija y mis compañerxs, estaba más que convencida que estos apremios ilegales era un papa caliente para el gobierno. Y yo seguía, tiqui, tiqui, tiqui, perforando sesos preguntando el porqué de nuestra detención.
Nos subieron a una combi, con destino al complejo penitenciario ubicado en el barrio Alto Comedero. Éramos 11 mujeres y 3 varones, mujeres que habíamos quedado rezagadas protegiéndonos de las piedras, y los varones se habían quedado con nosotras para acompañarnos. En el camino yo iba conteniendo y tranquilizando.

Al penal de Alto Comedero
Pipo y yo habíamos estado todo el fin de semana anterior visitando a la gente y haciendo permanencia en la puerta del penal por las detenciones de lxs compañerxs de Purmamarca.
Nos bajaron de la combi y comenzó la rutina de ingreso al penal, es la entrega de lxs detenidxs por parte de la policía al servicio penitenciario. Ingresamos a un edificio dividido en dos sectores (oficinas) con frontera imaginaria, en uno estaba apostada la policía, en el otro te recibía el servicio penitenciario. Aún en manos de la policía, soy la primera en ingresar, me quisieron tomar las huellas dactilares sin haberme comunicado de qué se me acusaba, obviamente me negué, al mismo tiempo que seguía exigiendo explicaciones, me responden que el jefe me iba a informar, nunca sucedió. Insistía una y otra vez que se respeten nuestros derechos.
Como no me quise identificar me piden que llene un formulario “certificación de negativa”, donde decía el DETENIDO tanto, IMPUTADO por, en el EXPDIENTE tanto, todos renglones vacíos, entonces digo “¿cómo, vos me decís que estoy demorada y me querés hacer firmar un papel que dice que estoy detenida e imputada per no dice de por qué?, “entonces estoy detenida”, el tipo me insistía que no, que estaba demorada. Lo bruto de la policía es tragicómico, no les podía hacer entender la contradicción.
Pedí que venga el jefe de nuevo y no apareció, entonces firmé e hice al pie de la página observaciones, me dicen que no las podía hacer, que después haga los descargos correspondientes, lo ignoré y seguí escribiendo.
La oficial que me custodiaba observaba muda y detalladamente toda la situación, escucha que cuando me piden los datos digo “docente universitaria”, luego ella, me pide que saque los cordones de la zapatilla, me revisan la mochila que estaba llena de golosinas, turrones, garrapiñadas y vainillas, que había cargado para mis cumpas porque íbamos a hacer, luego de la marcha, una jornada de permanencia, la policía hizo el inventario de todo.
Después, me pidió que ingrese al baño porque me iba a revisar, le dije “no me voy a desnudar”, responde que me quede tranquila que solo me iba hacer un cacheo, ya a esa altura no se iba a arriesgar, apenas me toca y me pregunta si llevaba algo en los bolsillos, le dije que no. A diferencia de mi hija y mis otras compañeras, a las que la desnudaron integras, las hicieron poner en cuclillas y les revisaron los genitales, un acto violento y humillante.
En medio de la situación, identifiqué al jefe del operativo que estaba vestido de civil, tres veces me acerqué le pedí explicaciones y que me dijera su nombre, nunca obtuve respuesta alguna, solo una mirada soberbia y un gesto de desprecio y sarcástico. Le dije que, aunque no se identificará lo iba a reconocer, que no sabe en el quilombo que se metió. El tipo como mucho llegaba a 1.60, tenía cara redonda y unos ojos muy particulares, caídos hacia abajo y los costados, cuando salí de la oficina lo miro a los ojos y le digo “a vos va a ser el primero que denuncie”.
No al vicio, casi 30 años de mi vida, me dedique a buscar represores e investigar el actuar de esos criminales, es así que me dí cuenta de que era de alto rango, al llegar a mi casa inmediatamente lo busque en las redes, había sido el subjefe de la policía de la provincia, el ahora Comisario Gral. retirado Juan Segovia.
Pasé a manos del servicio penitenciario, como si pasaras a otro mundo, al ingresar a la U3 de mujeres me recibió la jefa, el asombro no dejaba su rostro, nos trataron con respeto, se cuidaron. Pasamos, por sanidad y judiciales, en sanidad se percatan de la situación delicada de Noemí que estaba muy golpeada y tenía la colostomía, y también la de mi hija con Lupus, no había medicación para ninguna de las dos.
Luego de esperar un par de horas, desocupan el sector “C” donde estaban los menores, un pabellón inmundo, con colchones apestosos y un baño que ni siquiera se puede describir, peor que en la serie “El Marginal”, así transita su vida los internos menores en el penal.
Sigo dando ánimos y tranquilizando a todas, les decía que tengamos paciencia, que esto era insostenible, que no estábamos desamparadas. Había mujeres que nunca en su vida habían pasado ni siquiera por la vereda de un penal, y que sus niñxs las esperaban en casa. El ambiente está impregnado de una sensación de injusticia, que en algunas de traducía en bronca y otras en tristeza. También de preocupación sobre su destino.
Yo insistía sobre la salud de mi hija, y que la liberaran, que está bajo tratamiento por Lupus, castigo de mi existencia, pero mi hija, la razón de mi vida, se portó tan dignamente, revolaba bromas, práctica cotidiana para descomprimir las situaciones de angustia, que aprendió en casa de lxs que sufrimos el terrorismo de Estado. Caro impoluta, acompañaba. Pipo estaba con los varones, eso me preocupaba, ya que no sabía cómo lo tratarían.
La libertad
Estaba convencida de que afuera, como lo habíamos hechos las jornadas anteriores, la gente estaba apostada en la puerta, y que se estaba organizándose para pedir por nosotras, entre ellxs mis cumpas Nadia, Georgina y Ulde. A todo esto, llevábamos más 11 horas sin poder tener contacto con nuestrxs abogadxs que estaban afuera exigiendo vernos. Las otras chicas, las que no eran de hijxs, aún no habían podido comunicarse con nadie, nos entrevistó una trabajadora social, que facilitó un teléfono, pero habían secuestrado el teléfono de todas, era imposible en estos tiempos recordar números. Luego una psicóloga llegó a asistir.
Cerca de las 12:00 de la noche, nos llamaron por el apellido, a mi hija, a Noemí, y a mí, para esto llegaron las abogadas, todas mujeres, es ahí que veo el rostro de nuestra hermosa compañera abogada Nadia Hinojosa. Yo no me quiero ir, como me iban a sacar sólo a mí, en medio de un torbellino de sensaciones, sentía indignación por el privilegio, responsabilidad política por mis compañeras, y tristeza porque las tenía que dejar, entonces me negué. Mis compañeras me convencieron que soy más útil afuera que adentro y decidí salir.
Una vez en libertad, me enteré del escándalo que generó nuestras detenciones, personas del organismo de derechos humanos detenidas, entre ellas, dos mujeres, mi hija y yo, que estábamos bajo el programa de protección a testigo, víctimas y querellantes por delitos de lesa humanidad.
La orden de libertad para mi hija y para mí, por nuestra condición, bajó directamente desde el Ministerio de Justicia de la Nación, el fiscal Rodón, un tipo nefasto, la bajó por teléfono, “inmediata libertad”. Nos tuvieron que ir a buscar, en auto dl gobierno al penal y traernos a la puerta de nuestra casa, fue un tal Rodríguez de la Secretaria de Seguridad Pública. En el trayecto tuve que “fumarme” una serie de opiniones que discutí, obviamente. Cuando llegamos a casa, antes de bajarnos mi hija, mi sol, les dijo, “cuánto le debo”, como a un remis, nos reímos todxs. Caro salió una hora despues, Pipo quedo adentro 60 horas infinitas.
En más de 30 años de militancia, era la primera vez que caía en cana, siempre considere que era una posibilidad, y en mi labor militante, escuche una y cien veces los atropellos y la indefensión a los que son sometidas las personas detenidxs, pero vivirlos es otra cosa. Creo que el tener dos herramientas más, solo dos, que el resto de la gente, me pone una situación de privilegio ante un Estado represivo, eso me indigna.
El amor, la preocupación por nosotrxs, y el acompañamiento que recibimos es indescriptible, en estas situaciones sale lo peor y lo mejor de la gente, salió siempre lo mejor, se ve que lxs hijxs sembramos y bien. Hubo muchísima gente que allanó caminos para que saliéramos, para todxs ellxs nuestro infinito agradecimiento. Ahora nos toca la batalla judicial, nos acusan penalmente de “atentado y resistencia a la autoridad, destrucción de espacios públicos e impedimento funcional”, además, de un sinfín de art del código contravencional, la doble judicialización de la protesta social.
Desde lo personal, tal vez un absurdo, pero creo que, si yo o mi hija (Ana) hubiésemos quedado una afuera, y la otra adentro, hubiésemos enloquecido, mejor juntas. Eso es así siempre, es tan así, que cuando llegamos al pabellón, sin hablarlo siquiera, pusimos uno sobre otro los cochones que nos dieron en un solo catre, a ella ya no le daba el cuerpo, se acostó y yo junto a ella para darle calor, estábamos decidías a dormir juntas en una cama minúscula. Nadie me la iba a sacar de los brazos.
Sentí, que desde donde habitaren, mi madre y mi padre me acompañaron en cada momento. Yo tenía puesta la remera, que hizo hacer mi hermana Sofi, con el rostro de mi viejo, en todas y cada una de las fotos que me sacaron me bajé el cierre de la campera y me encargué de que las hicieron con su rostro en mi pecho, se las reclamé para el “feis”, no creo que me la den.
Ya en casa, Ana, me pidió que en ese momento no volviera al penal, la obedecí. Al día siguiente, y a primera hora, estaba parada en la puerta, y ella al lado mío, había que sacar al resto.